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Puede que no sea obvio para todos, pero Hampden Park y el Real Madrid tienen una relación muy estrecha. Aunque ambos están a casi 1.500 millas de distancia, el recinto escocés ocupa un lugar muy especial en el corazón de los aficionados blancos.

Hampden Park, la casa del fútbol escocés, ha sido sede de multitud de finales de copa y ha sido el escenario de algunas impresionantes actuaciones europeas. Los más veteranos recordarán la increíble final del Real Madrid contra el Eintracht de Frankfurt en 1960.

En esta épica batalla se marcaron nada menos que 10 goles y el equipo inspirado por Puskas ganó su quinta Copa de Europa consecutiva. En aquel partido se batió el récord de asistencia de 127.000 espectadores. Aunque se considere el mejor partido de fútbol, Hampden Park puede presumir de tener el mejor gol del fútbol. 

Los que tengan una edad más contemporánea conocerán la última vez que el Real Madrid visitó Glasgow en 2002, cuando un momento de pura brillantez de Zinedine Zidane dio a los gigantes españoles la novena victoria en esta competición. Es, sin duda, uno de los mejores goles de la historia del torneo. Aunque, teniendo en cuenta la persona que lo marcó y el talento que poseía, no debería sorprender que fuera la magia de Zidane la que actuara.  

Cualquiera que esté enamorado del fútbol recuerda el momento exacto en el que estaba y con quién estaba, y la pura explosión de alegría al ver este gol. Pura magia. Pura clase. Un momento histórico en el tiempo, Zidane es un jugador para los siglos. No cabe la menor duda de que, a ambos lados del nuevo milenio, el fútbol no era más que el patio de recreo personal de Zinedine Zidane, y todos estamos agradecidos de haberlo presenciado.

A mediados y finales de la década de los 90, el centrocampista francés fue calificado como algo especial, pero tal vez le faltaba una ventaja en su juego. Al mismo tiempo, se podría argumentar que el exceso de ventaja era la característica que resultaba indeseable. Todo cambió en 1998, cuando llevó a Francia a la primera final de la Copa Mundial de la FIFA de su historia, en gran parte gracias a la importante contribución de Zidane. 

Dos goles de cabeza casi idénticos significaron que Francia sería campeona del mundo por primera vez. Sólo dos años después, el equipo se coronaría como rey continental al ganar la Eurocopa 2000. Zizou, su carismático maestro, desplegó durante el torneo algunas de sus mejores actuaciones. 

Sin embargo, el dominio de los clubes europeos seguía siendo esquivo para el maestro francés, y con una plantilla tan talentosa en el Santiago Bernabéu, conocida como "Los Galácticos", no era cuestión de si el Real Madrid volvería a ganar una Copa de Europa, sino de cuándo. Ese galardón personal que faltaba fue finalmente entregado por el propio Zidane con su sensacional volea ganadora del partido en 2002. 

Esta actuación no hizo más que poner de manifiesto lo increíble que era el jugador. Una volea es algo que entusiasma a cualquier público, y aunque parece fácil a la vista, no es nada fácil de ejecutar. Con sólo una fracción de segundo para cualquier jugador que lo intente, sus intentos suelen salir altos y desviados. Si se tiene en cuenta la rapidez con la que el jugador debe posicionar su cuerpo, ajustar sus pies correctamente y golpear el balón limpiamente, se puede entender por qué tantos intentos se quedan cortos.

Sin embargo, el fenómeno francés del Real Madrid cumplió. Con su compañero Roberto Carlos haciendo otra de sus carreras por la banda izquierda, su centro casi desesperado logró encontrar a Zidane en el borde del área. Aunque el balón parecía colgado en el aire, el maestro estaba allí mismo, listo para arrancarlo del cielo. Un artista hace algo hermoso de la nada. Zizou tomó ese centro perdido y lo convirtió en pura belleza. 

El movimiento de su cuerpo estaba en perfecta sincronía con la caída del balón al suelo, y dejó escapar un golpe perfectamente ejecutado. En cuanto salió de su varita mágica, el portero del Bayer Leverkusen no pudo hacer nada. 

Se acababa de alcanzar la grandeza, y no sólo el público de Hampden Park se quedó boquiabierto, sino que los aficionados de todo el mundo se quedaron sin palabras ante tan extraordinario acto. Fue un gol digno de ganar cualquier final. Era un gol que, sinceramente, no muchos contemporáneos se atreverían a intentar, y mucho menos a conseguir. 

Aunque los goles de larga distancia no son nada nuevo, fue más bien la gracia y la elegancia de sus movimientos, la forma de su cuerpo y la fuerza bruta que había detrás lo que quedaría grabado en la memoria de los aficionados al fútbol de todo el mundo. Se trataba de un hombre en la cima absoluta de su destreza. Zidane y su histórico gol fueron los principales responsables del éxito del Real Madrid en la Copa de Europa de 2002.

 

No hace falta ser francés ni fanático del Real Madrid para apreciar el fascinante talento de Zidane. Hampden Park fue simplemente el escenario en el que actuó la noche en que se unió a la élite absoluta de el bello juego. Únase a nosotros.

 

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