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Reconocemos la integridad cuando la vemos. Los principios morales sólidos demostrados a través de acciones coherentes dicen mucho. Alguien digno de confianza, trabajador, honesto, responsable, auténtico, honorable y humilde es el epítome de un sólido sistema de valores, todo lo cual apunta a lo que significa tener integridad.

En otras palabras, la integridad es la cualidad subyacente de las personas que simplemente buscan hacer lo correcto, de manera consistente, incluso cuando nadie está mirando, y especialmente cuando es difícil.

Aprendimos muy pronto en nuestras vidas como jugadores de el deporte rey que la responsabilidad comienza con la noción de que somos parte de algo más grande que nosotros mismos. Como jugadores, hacemos una promesa y la cumplimos mediante la acción. Como parte de una imagen más grande, nos hacemos responsables a nosotros mismos y a los demás.

La dedicación de cada jugador es un regalo para el resto del equipo: desde ayudar a limpiar el campo después de los entrenamientos hasta practicar patadas contra una pared en casa para mejorar la habilidad en el manejo del balón. La calidad de una persona se mide por el grado de cumplimiento de los compromisos que asumimos y por cómo demostramos nuestros valores. La integridad es la cualidad que encierra esos valores y se representa viviéndolos con coherencia. 

Warren Buffet dijo en su día: "Buscamos tres cosas cuando contratamos gente. Buscamos inteligencia, buscamos iniciativa o energía y buscamos integridad. Y si no tienen esta última, las dos primeras te matan, porque si vas a contratar a alguien sin integridad, lo quieres perezoso y tonto. Es decir, no quieres una chispa de energía en ellos".

Parte de la práctica de la integridad consiste en no tener miedo a las verdades inconvenientes o incómodas. Nos permite ver el mundo como es realmente, no como nos gustaría que fuera, y es una característica de los líderes fuertes. Esta negativa a transigir o a engañarnos a nosotros mismos y a los demás nos da el valor de hacer lo correcto y ayuda a evitar que se engañen no sólo nuestros interlocutores, sino también nosotros mismos. 

La capacidad de abrirse paso entre el ruido, de rebatir el statu quo y de mirar las cosas con objetividad nos permite tomar decisiones basadas en la realidad, no simplemente en nuestros ideales. Al hacerlo, establecemos objetivos realistas y alcanzables que nosotros y nuestros equipos somos capaces de lograr, fortificando el respeto y la credibilidad. Muchas organizaciones fracasan porque no siguen el principio de realidad como parte de sus valores fundamentales. Se trata de la diferencia entre actuar según lo que hay que hacer y lo que se siente bien en el momento o es conveniente. 

Hacer lo que hay que hacer genera confianza, que es crucial para construir relaciones sólidas. El beneficio más importante de practicar la integridad en el liderazgo es que genera credibilidad ante los clientes, los inversores, los consumidores y los colegas.

Practicar la integridad como líder nos acerca al éxito en el sentido más amplio posible. Nos permite rendir cuentas no sólo a los clientes, sino también a nuestros colegas y al personal. Al ser honestos y abiertos, aprendemos lo que podemos hacer mejor, lo que nos permite corregir los errores que seguramente cometeremos, y verlos objetivamente sin estar a la defensiva. 

La honestidad es la base de la integridad. Aunque a veces no nos guste admitirlo, los seres humanos no son los mejores para ser honestos o cumplir con sus compromisos. Si se echa un vistazo a las cifras de inscripciones en los gimnasios entre los meses de enero y junio, se puede comprobar. Millones de personas hacen y luego rompen sus propósitos de Año Nuevo cada año. Cumplir los compromisos genera confianza y también demuestra integridad. 

A nivel organizativo, dirigimos a nuestro equipo hacia la visión y los objetivos de la empresa utilizando principios basados en la integridad. Sin burocracia. Sin jerga corporativa ni necesidad de jugar al juego político. Existimos con el único propósito de construir una comunidad basada en los cimientos del amor al juego, el deseo de tener estilo y el impulso de ser caballeros. Sería un privilegio para nosotros que te unieras a nosotros.


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