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El fútbol es más que un deporte. Es pura pasión.

Nos enamoramos del fútbol gracias a nuestro padre, a nuestros hermanos o a los amigos que nos lo presentaron por primera vez. Desde que aprendimos a caminar, el juego nos rodeó. A partir de ese momento, comimos, dormimos y respiramos fútbol. Si no estábamos jugando, o viendo jugar a otros, estábamos viendo partidos en la televisión. Simplemente, está arraigado en nuestras almas.

Cuando éramos jóvenes, la peor forma de castigo era que nos dijeran que no podíamos ver el partido. Era especialmente molesto si se trataba de un partido importante de la Liga de Campeones o de la selección nacional. Quizá te sientas identificado con esas noches en las que no terminabas los deberes o no limpiabas bien y, en cambio, te decían que te fueras a la cama. "Esta noche no hay partido". 

Salimos a hurtadillas del dormitorio al pasillo y bajamos a hurtadillas las escaleras, temiendo que los crujidos del suelo nos delataran. Todo esto sólo para ver el partido a través de una rendija en las puertas cerradas del salón. Con la oreja pegada a la puerta del salón escuchando la famosa voz del locutor, "Señoras y señores... Buenas noches," nos rompió el corazón. Todavía nos duele pensar en ello.

Para la mayoría de los futbolistas, el propio juego se ha interiorizado. Se convirtió en parte de nuestra identidad, en el tejido mismo de nuestro ser. El fútbol impulsó lo que hacíamos en nuestro tiempo libre mañana, tarde y noche. El olor del césped recién cortado en un entrenamiento matutino está impreso en nuestra memoria. Hay algo adictivo en lo que te hace sentir jugar al fútbol. No puedes controlar quién más aparece en la línea de salida, pero puedes controlar tu propia preparación, tu entrenamiento y tu contribución al equipo. 

La camaradería, el sano sentido de la competencia y el hecho de formar parte de un equipo fueron cobrando cada vez más sentido con el tiempo. Se trataba de estar con tus amigos, de sentirte parte de esa comunidad y de desempeñar un papel importante. Era la oportunidad de emular a tus héroes, a todos los jugadores que admirabas en la televisión. 

Cuando empezamos a jugar, nos dimos cuenta de por qué es el deporte del mundo. Y a medida que crecía nuestro amor por el juego, también lo hacía nuestra exposición a otros equipos de otras zonas. Esto nos llevó a cruzarnos con muchas personas diferentes de varias culturas y equipos, lo que nos ayudó a desarrollar una mejor comprensión del mundo que nos rodea.

Es increíble cómo la gente de todo el mundo viven por el fútbol como si fuera una religión. Es el único deporte capaz de paralizar ciudades y países enteros por un solo partido.

"Como fútbol, duermo fútbol. Respiro fútbol. No estoy loco, sólo soy un apasionado". - Thierry Henry

Los deportistas suelen sentir pasión por lo que hacen y se dedican intensamente a sus compromisos. Es esta misma pasión, determinación y motivación intrínseca la que utilizamos ahora para superar los obstáculos de la vida, superar a la competencia y centrarnos en nuestros objetivos con un sentido de propósito. Fue el fútbol el que nos enseñó a actuar con eficacia, tenacidad y actitudes ganadoras.

El fútbol también nos enseñó a ser resistentes. Nos hizo darnos cuenta de que no siempre se trata de ser el mejor, sino más bien del viaje, de participar y de esforzarnos al máximo. Nos esforzamos constantemente por conseguir más, buscando nuevos retos y oportunidades de crecimiento y aventura. 

Hace tiempo que nos dimos cuenta de que compartimos esta pasión con millones de personas... una pasión por el juego y todo lo que representa. Aunque "nuestro" equipo siempre será importante, es el amor por el juego lo que nos ha aportado amistades tan significativas para toda la vida, y esta familia en constante crecimiento a la que pertenecemos.

El fútbol puede ser nuestro trabajo, o incluso nuestro medio de vida. Pero es simplemente la pasión de nuestra vida y la esencia de lo que somos. Ven a formar parte de nuestra familia.

Sé un TENLEGÉNERO.

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